¡En esta casa mando yo! Decía la mamá de Juli mientras le
sacaba la caca de paloma que le había entrado en la suela del zapato.
-¡Pero mamá, yo quiero la caca! Caca caca caca caca caca.
¡Caca! –respondía Juli, muriéndose de risa y encantada de haberle encontrado un
sentido a esa palabra tan… Caca.
-¡Pero Julieta, que estás diciendo! ¡Semejante palabrota! No
se dice Caca, ¡no quiero volver a escuchártelo decir!
-Pero, mamá…
-¡No!
-Mami…
-¡No! , ¡Caca, no! ¡No, no, no, no!
-Ma…
-¿Qué?
-¿Puedo decir ca…?
-Ene Oh: NO!
-Ufa. Mamá… ¿Querés que te prepare un sándwich?
-¿De qué?
-¡De caca! Jajajajajajajajaja!!!
-Basta Juli, por favor. ¡Me rindo! –Termino diciendo la
mamá.
Los días pasaron y Juli seguía entusiasmada con la caca. Su
mundo era la caca, la caca, la caca, la caca. Un mundo de caca. Tan grande era
el mundo de la caca que cuando caminaba hacia la escuela o cualquier lado se
pisaba a propósito las suelas del calzado para sentir que tenia la caca, si, la
caca. Y ponía los pelos de punta a su mamá, que le sacaba la caca… ¡pero ella
se divertía tanto! Tanto que ella solo
quiere caca. Caca, caca, caca, caca y más caca. Sueños… ¡da caca!
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